Cuando ella regreso a su pueblo
natal, se dio cuenta que todo había cambiado. La señora Juanita, ya no tenía
las rosas alegres que solía tener en su jardín. Malena, su amiga de la infancia,
ya no era una adolescente alocada, tenía 2 hijos y un marido. El señor Mario,
había muerto hace dos años, victima de un relámpago. Jimena y Juan, novios de
toda la vida, se habían separado. Felipe, el niño más varonil de la calle, era
gay. Las gaviotas no volaban sobre los tejados de las casas, y las fiestas que solían montarse en las calles, ya
no se hacían. Casi nadie, sacaba sus sillas afuera de los portales para cotillear
la vida de los otros. La calle estaba sola, la fachadas de las casas
restauradas con nuevos diseños, ya no eran las mismas, la cancha de básquet se había convertido en un
gran supermercado, el parque donde juagaba la botellita con sus amigos, era un centro
cívico. La plaza, lugar de encuentros de los abuelos, estaba vacía. Al llegar a
su casa, saco la llave para abrir la puerta; pero su madre había cambiado la
cerradura, cayo en cuenta, que todo había cambiado, que ella ya no permanecía a
esa historia. Ella silenciosa y tranquila se sentó el portal, y con un suspirar
viajo al pasado.
Al levantar su mirada, vio la
profundidad de la calle, y a lo lejos vio acercarse a Miguel, allí se fijo, que
no todo cambio. Su eterno amigo y gran amor, venía con un ramo de rosas
blancas, en una mano y en la otra traía una botella de vino. Como lo hacía,
hace 10 años atrás. Él se sentó a su lado y suspiro junto a ella, sin palabras
entre dichas, se miraron frente a frente y en el fondo de sus ojos, se
reconocieron y se dieron cuenta que no todo había cambiado, aún quedaba la
esencia de esa calle, de esa historia, de esos recuerdos. Sin embargo, la
sonrisa brillante de Miguel, ya no era la misma o mejor dicho, ya ella no la veía
como antes.
Al trascurrir, las horas, la
tarde dio paso la noche, y la noche dio paso a la madrugada. Volando los dos
hablaron de sus vivencias durante el tiempo separados. Él la había esperado;
pero ella estaba explorando mundo, haciéndose fuerte, ella no lo pensaba como
antes; para no dejar de luchar por sus sueños, pero ya con 40, los recuerdos
son más fuertes que los sueños. Ella estaba decidida a formar para siempre
parte de su vida y Miguel, también lo quería. Sin embargo, ella no había
pensado durante esos 10 años, que él se había enamorado, que el había decidido
partir su corazón en dos, en añorar un recuerdo intangible y en amar a un
presente tangible. Por eso, al aparecer el sol en ese portal de recuerdos, le pidió
a ella que fuese parte de su vida eternamente; pero de una forma tangible. Ella fue desvistiendo poco a poco sus
sentimientos; aunque sin saberlo ya era tarde, era muy tarde, Miguel quería
casarse y sabía que ella huía a eso por siempre.
Entonces, ya desde hace mucho
había tomado una decisión, que ella no sabía. La cogió de la mano, y le pidió que
fuese la testigo de su amor, de un amor que el descubrió hace algún tiempo, y
allí en esa misma calle, en el mismo portal donde una vez, se dijeron que se
querían, él le pidió que fuese la madrina de su boda. Ella sin decir nada como siempre lo hacía, acepto.
Cuando ella regreso, todo había cambiado.
Maga