Y nos dijimos adiós, como dos niños que culminan la primaria, para pasar a la adolescencia.
Y nos dijimos adiós, mientras nuestras manos entrelazadas,
se iban separando.
Y nos dijimos adiós, tras un llanto cesante que le ganaba a
la lluvia.
Y nos dijimos adiós, aquella noche de octubre, escondidos en
ese sótano oscuro.
Y nos dijimos adiós, sin el respiro de un retorno.
Y nos dijimos adiós, frente a la luna que se encubría tras Ávila.
Y nos dijimos adiós, sin decirlo en palabras solo en las
miradas que atravesaban el espejo.
Y nos dijimos adiós, sin estar consciente de lo que podía
ocurrir.
Y nos dijimos adiós, bajo la sonrisa de esa despedida fugaz.
Maga
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