Isabel se quedo sin nada. Se quedo calva de tanto engaño, solo
escuchaba Beethoven tumbada en su sofá, porque la recomponía. Jugo a ser su
musa, su esposa, su amante, su madre y él una vez más, hasta donde pudo, chupo su sangre caliente que fluía por sus
venas. Sin mas volvió a caer, a buscar en las sombras de su salón la figura de
él, que la aturdía; pero que el sonido
de su risa ilusoria, la hacia reír. Isabel
sufría, lloraba e iba haciendo con sus dedos la sustitución de él. A medida que
se iba acercando arrebatadoramente a su adentro se percataba que él ya no
estaba, que su ausencia la lastimaba, que cómo una débil había perdido las
fuerzas de su juventud. Y allí, sin más que palabras cogió el arma mortal y decidió descender a otro mundo, que la sumergía en esos colores,
donde podía borrar el dolor de su desgano.
Maga
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