sábado, 5 de febrero de 2011

La picua y la niña

Alicia nació en todo el corazón de la Costa de Oro, en medio del mar, en un peñero de pescadores, rodeada de redes, carretes y carnadas. Su padre, el llamado Largo, era el pescador más audaz, paciente y chichara chero del pueblo de Ocumare, casado desde hace 8 años con Josefita; pero con 12 años de amores antes, y 3 hijos varones que se dedicaban a la pesca y ha pasear turistas por la Ciénaga, los tres muy arrejuntados con sus novias, y le habían hecho a Josefita y Largo ser abuelos antes de tiempo.

Un día a las orillas de la arena, en pleno verano ardiente, con el vaivén del agua cristalina, y rodeados de caracoles de múltiples tamaños y colores, con la traviesa brisa del mar, Josefita y Largo unían sus cuerpos desnudos, atolondrados y torpes, en búsqueda de un cuarto varón. Lo que no se imaginaron, fue que a los 6 meses después, nacería una hembra, negrita, barrigoncita, de ojos miel, de cabellos largos e incrustados con caracoles blancos.

Alicia llego de sorpresa, durante el amanecer, recién saliendo el sol radiante, con la marea alta, el agua fría, el viento que soplaba fuerte y movía el peñero de una lado a otro, en plena pesca de dorado, entre redes, carretes, carnadas y 5 picúas, que reposaban dormidas en una bolsa plástica con agua salada. Josefita expulso a aquella muchachita gordita, negrita, llorona; pero sonriente, con cabello negro oscuro y 3 caracoles blancos incrustados en tres mechones de su cabello.

Josefita, acostumbraba a acompañar a su marido e hijos a pescar dorados una vez a la semana; pero ese, un miércoles 12 de enero del 2008 nació Alicia la niña de los cabellos de caracoles. Su primer llanto fue escuchado en toda la Costa de Oro, paralizó a cada ser viviente que habitaba la región, menos el mar, que con su bravía alma, no paró. Las cinco picúas se vieron los rostros y la picúa más grande violo la seguridad de la bolsa y salto hasta donde estaban los peces dorados para acercarse al pequeño rostro de la recién nacida.

La picúa habilidosa se escondió entre los cabellos de la niña, y cuando Josefita fue a cargar a su muchacha para darle el primer apretujón, la picúa se cayó al agua. Largo prendió los motores del peñero y la picúa apresuro su nado, lucho contra las olas, hasta que con un salto se impulso para volver a la superficie de la lancha, ni las 4 picúas restantes, ni los peces dorados, ni Josefita, ni Largo, ni los tres varones se habían percatado de la falta de la quinta picúa.

La única que se dio cuenta de la falta de su nueva amiga y guardiana era la pequeña Alicia, que veía de un lado para el otro y no veía a la picúa, los tres caracoles blancos le hablaban a Alicia, diciéndole que no se preocupara que ella podía tener 4 picúas más, que dormían en la bolsa de plástico, pero Alicia quería era la quinta picúa, la picúa que había saltado hacia sus cabellos negros, que se escondía en ella, que iba hacer su cómplice de aventuras durante muchos años más.

Cuando el peñero llego a las orillas de la Boca, estaban llegando otros lancheros y pescadores. Al levantar las miradas en el horizonte, se dieron cuenta que una pequeña niña era alzada entre el viento desde lejos, vieron la sonrisa, los ojos mieles y los cabellos de caracoles.

Josefita pensó que eran unos caracoles que se le habían incrustados durante el nacimiento, y trato de quitárselos con las manos y nada, tomo un cuchillo para arrancárselos y no se quitaban, corto uno de los mechones de cabello con caracol e inmediatamente y rápidamente volvió a crecer uno. Tres caracoles que habitaban desde la concepción de la pequeña Alicia, que dormían con ella en el vientre de su madre, que vinieron con ella como los ojos, los brazos, las piernas, su cuerpo, su corazón todo. Alicia era seis mesina, en el pueblo decían las viejas que los seis mesinés eran hijos del mar, eran hijos de Yemaya, pertenecían al reino marino, a las profundidades del mar, podían comunicarse con los peces, camarones, calamares, cangrejos, pulpos, tortugas, entendían su lenguaje, solo el mar les daba la fuerza, la hacía crecer; pero Alicia era única, seis mesina, nacida en medio del mar y con tres caracoles incrustados en sus cabellos.

La vieja Pancha (104 años de vida, nacida, criada en el pueblo) curandera del pueblo, al ver que Josefita trataba de quitarle los caracoles a Alicia, le detuvo la mano a Josefita y le dijo: “Hija no desafié a la naturaleza del mar, su hija es una entre ninguna” la vieja se retrocedió y se fue caminando por la orilla de la playa.

Maga

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