Me he colocado unas cuerdas gruesas para atar mis manos y dejar de escribirte, pero ellas se empeñan en llevar a versos tu imagen, ellas son las únicas que todavía te extrañan, quieren tocarte, acariciarte, sentirte, darte placer. Ellas como niñas traviesas se desatan y yo las vuelvo atar. Mis manos se desanudan una, dos, tres, cuatro y cinco veces y se empeñan en escribirte.
Gaby
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