lunes, 16 de agosto de 2010

La habitante latente

Nos dejamos cortejar, creyendo que somos las protagonistas del itinerario de aquel conquistador que en las noches nos busca para sacarnos a pasear. Vamos por la noche, entregadas a él, dejándonos marear para que sus manos tengan luz verde de subir a posarse entre nuestras dos maravillas femeninas, para que su lengua pueda moverse como una serpiente dentro de nuestra entrepierna, para que su cuerpo como un gladiador pueda ocupar nuestra piel sin grietas, para que su miembro pueda ser cómplice de la habitante latente que espera dentro de nosotras, mientras nosotras estamos sintiendo, fantaseando, creyendo, divirtiéndonos, viviendo. Luego, el caballero de la noche nos deja en nuestro castillo lleno de ilusiones, ilusiones que se rompen cuando se nos baja la adrenalina, el delirio, el libio, el protagonismo, cuando dejamos de creer que somos su centro. Ellos al contrario, van en búsqueda de otra presa de la noche a seguir con el mismo discurso aprendido que se guardan en los bolsillos de sus pantalones para seguir entrando a visitar a la latente habitante.

Nos dejamos engañar, por ese caballero que nos coloca una venda disfrazada con palabras bonitas y acciones encubiertas, pero detectamos la mentira que es difusa, manchado, incoloro, una mentira, quizás dos hasta tres. Mentira que con vendas sobre nuestros ojos olemos, sentimos, oímos pero ignoramos, que con acaricias intensas a a habitante latente hacen que se nos olvide la realidad.

Nos dejamos encantar con la negación constante que sale de su boca, que nos hace perdonar, aceptar y a veces nos vuelve loca, pero una vez más nuestra habitante latente se abre para recibir el huésped divertido que entra y sale sin permiso, cuando quiere, como quiere y donde quiere.

Gaby

No hay comentarios:

Publicar un comentario