miércoles, 11 de agosto de 2010

Me colgué con tu sonrisa

En aquella parada de autobús nocturna, fría, incolora, silenciosa y vacía, me encontraba decidía a la espera del próximo bus que me llevaría a un nuevo destino. Allí, estabas tú, tú me mirabas, yo me volteaba, tú me mirabas, yo me negaba a conectar mis ojos con los tuyos. Te acercabas, me alejaba. Por un momento, nos miramos fijamente, sin percatarnos de la avalancha de gente que venía a abordar el bus y nos llevaba por delante. Yo no tenía butaca fija, porque había adelantado mi huida, tú no la tenías ni siquiera asignada porque tiraste el dado a la suerte para ver si ese día podías llegar a tu destino fijo. Subían, subían, subían y subían turistas ansiosos en conocer y explorar ese destino desconocido, subían, subían, subían y subían nativos que con alegrías volvían para reconcentrarse con sus raíces; pero allí a un lado, estamos los dos, en espera de una vacante, de dos butacas libres que nos llevarán a ese destino que para mí era desconocido, al contrario de ti que pertenecías allí. Al fin el chófer designo, dos asientos, una adelante casi a la puerta de salida y otro al final junto a los motores del bus. Allí yo, allá tú, con sueños distintos, objetivos diferentes, dos seres extraños, ajenos, extremos, desiguales, pero al ir avanzando cada uno a su asiento, nos desplomamos de risa, nos dolía el estomago, nos burlábamos de aquel suceso, de aquel encuentro, tu sonrisa la escuchaba como un ciego que ve a través de sus oídos, escuche, escuche y no para de escuchar, de deleitarme con tu risa, con tu alegría, me colgué de tu sonrisa. Esa es la única pista que tengo de ti…porque a mitad de camino, abandonaste aquel bus que fue el culpable de aquella risa inolvidable.

Gaby

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